Luces y sombras de los laboratorios farmacéuticos

A pesar de que sus productos curan enfermedades, sobre las compañías farmacéuticas se ciernen numerosas acusaciones, como la de decidir qué dolencias tratar con sus medicinas basándose en la rentabilidad y no en su demanda real

Un enorme y despiadado mercado

La industria farmacéutica es una de las más potentes del mundo. En ella se mueven cientos de miles de millones de dólares cada año, con cifras superiores a la de los sectores armamentístico o de telecomunicaciones. Sin embargo, por lo que más destaca es por su enorme rentabilidad. Se calcula que, cada dólar que se invierte en fabricar medicinas, produce después en el mercado otros mil, y es que las farmacéuticas se mueven en un segmento muy seguro, ya que saben que cuando una persona necesita realmente una medicina, no va a reparar en gastos para poder tomarla. Además, se trata de un mercado que se ha convertido totalmente en un oligopolio, donde 25 grandes compañías se reparten la mitad de las ventas mundiales. Su enorme tamaño, y su aun más grande ambición por seguir ganando más y más, han hecho que hayan perdido de vista su verdadera meta, que no es otra que mejorar la salud de la gente, y se dedican a machacar a los competidores, a atacar a los gobiernos pequeños que intentan pararles los pies, a mantener unos precios que hacen inalcanzables muchos medicamentos para las poblaciones pobres, y a veces, a intoxicar a sus propios clientes.

Negligencia y ambición

Un claro ejemplo de esto último fue el caso de Merck, que hace unos años tuvo que retirar del mercado Vioxx, un antiinflamatorio cuyo volumen de ventas era de 2.500 millones de dólares cada año. Sin embargo, hasta que lo sacó del mercado, la empresa pasó mucho tiempo haciendo oídos sordos a los estudios y advertencias de los peligros del medicamento. Su ambición le hizo mantenerlo a la venta demasiado tiempo, aunque ahora se enfrenta a numerosas demandas. Las que han sido ya resueltas le han salido caras, pero tiene pendientes unas 5.000 denuncias, que pueden llegar a costarle a la empresa 50.000 millones.

Sobornos y jugar a ser dioses

Otra cuestión, que no ayuda a mejorar la imagen de las farmacéuticas, es el hecho, conocido por todo el mundo, de que los laboratorios se dedican a presionar a los médicos para que prescriban de forma exclusiva sus medicamentos. La presión se realiza por medio de regalos, cuando no de dinero en efectivo. Por desgracia, muchos doctores caen en estos lamentables sobornos, algunos con tan poca discreción, que a veces cuelan a los visitadores médicos, haciendo esperar a los pacientes, para recibir su regalo.

Sin embargo, lo más grave de todas las malas acciones de las compañías farmacéuticas, es que han desarrollado el poder de decidir qué enfermedades deben ser curadas y cuáles no. De hecho, en África, América Latina y Asia hay numerosas enfermedades ‘olvidadas’ que afectan a 750 millones de personas, pero al no ser un mercado rentable, no se investiga para desarrollar curas. Por el contrario, el SIDA, en un principio, no se conocía y era una enfermedad mortal del tercer mundo que no tenía importancia, y hasta que no comenzó a afectar en los países desarrollados no se crearon los medicamentos necesarios para tratarlo.