El pie y su relación con el calzado

La realización de ejercicio de manera descontrolada puede poner en peligro el bienestar de nuestros pies por consiguiente del normal desarrollo de nuestra vida cotidiana. Contrariamente a lo que parece, el pie no se limita a soportar el peso de nuestro cuerpo en posición vertical.

El pie es un órgano funcional dinámico. La suela venosa plantar desempeña un papel indispensable en el sistema venoso de los miembros inferiores.

Por otro lado, los nervios sensitivos trasmiten al cerebro todas las informaciones recogidas por los pies, sobre todo por la piel, los tendones y las articulaciones: sensaciones térmicas, táctiles, vibratorias, espaciales y traumáticas.

Durante la posición estática, las estructuras óseas y musculares aseguran a los pies un papel estático incomparable. Sobre un pie bien equilibrado, el peso del cuerpo se distribuye sobre toda la superficie de apoyo plantar de una manera armoniosa y uniforme. Un trastorno estático del pie modifica esta distribución y puede provocar una patología de sobrecarga más o menos localizada (metatarsalgia, durezas-hiperqueratosis mecánica…).

Cuando más sobreelevado está el talón (tacón) más carga se desplaza hacia el antepié y más se sobrecarga esta zona, pudiendo aparecer de este modo patologías no deseadas provocadas por una sobrecarga en una zona del pie no adecuada para ello.

Nacimiento del zapato

El centro de gravedad del cuerpo de un individuo en bipedestación (de pie) debe de situarse entre los pies para mantener el equilibrio estático. Instintivamente, los pies tienden a alejarse para ensanchar la base de sustentación (equilibrio).
Con el fin de proteger el pie se creó el zapato y en general todo tipo de calzado específico para el normal desarrollo de multitud de deportes y actividades. Este calzado se ha transformado, gracias a la imaginación de los creadores, en un claro artículo de moda.

Un zapato que esté mal adaptado puede llegar a ser objeto de “tortura”, fuente de trastornos y de patologías podales, es, pues, indispensable conocer las características de un buen calzado, adaptado en cada momento a las necesidades que el individuo presente. En cuanto al calzado de ciudad los modelos son innumerables. Para el deportista no existen zapatos estándar. Cada elemento del calzado debe estar pensado en función del deporte practicado y del terreno.

El pie está a menudo mal calzado. El zapato de serie está fabricado para un pie estándar que no existe, y los problemas de calzado son frecuentes, existiendo además toda una patología secundaria a los conflictos entre el pie y el zapato por frotamiento o percusión repetidas, sin olvidar, desde luego, los problemas dermatológicos frecuentes debidos a la deambulación con los pies descalzos o bien el uso de zapatos mal adaptados al pie o de materiales inadecuados.

Los zapatos ligeros

Los zapatos ligeros, sin refuerzos acentúan los trastornos estáticos. La ausencia de tacón, como en los zapato de deporte o los de descanso, favorecen los esguinces de tobillo, especialmente en pies cavos (con mucho puente) o hiperlaxos. La mayoría de los zapatos no tienen en cuenta la mecánica del pie en relación con el esfuerzo, ni el papel preventivo que podrían desempeñar en traumatología. Cada elemento del calzado está diseñado en función de las cargas que se pretenden. La variedad de exigencias a las que hay que atender hace que sea imposible alcanzar la perfección.
– Una suela fina está adaptada a terrenos flexibles y cuando el pie deba percibir al máximo las sensaciones plantares.
– Por el contraria una suela gruesa se justifica para los suelos duros (cemento, asfalto) y cuando el pie golpea de forma repetida, para amortiguar la onda o fuerza de choque.

Los zapatos rígidos

Un calzado rígido está indicado en deportes que se practiquen sobre terreno irregular o bien que requieran un soporte plantar o una máxima transmisión de potencia, contrariamente un calzado flexible es preferible en los casos en que el pie deba utilizar todas las posibilidades de sensación o de grasping (alpinismo), permitiendo reaccionar con rapidez.

– La caña alta protege la articulación del tobillo, pero limita la flexión y la extensión del tobillo y lesiona el tendón de Aquiles.
– El acordonado del calzado permite estrecharlo o apretarlo más o menos para una mejor adaptación al pie.
– Los refuerzos protegen las zonas sensibles y pueden tener un papel preventivo.
– Los contrafuertes limitan la hiperlaxitud, el varo y e valgo del talón.

Muchos deportistas no prevén utilizar un número mayor de calzado para las actividades de duración superior a una hora. Durante la práctica del deporte el pie puede modificarse, aumentando su anchura o longitud de 1 a 3 puntos, lo que favorece las patologías microtraumáticas, por el conflicto del pie con el calzado.

Resumiendo, para un buen desarrollo de nuestras actividades normales y el buen cuidado de nuestros pies el calzado ideal debe adaptarse a la morfología y la fisiología del pie en cuestión, asegurando su protección y sujeción. Un calzado cómodo debe de respetar la armonía entre la longitud y la anchura o, mas bien, el perímetro del pie a diferentes niveles.
El material ideal es el cuero que además favorece la ventilación del calzado y las costuras o juntas no deben coincidir con una articulación o una prominencia ósea.